viernes, 5 de septiembre de 2014

Semana chiclanera (#operacionpescaito)

Parece que ya que todo el mundo ha vuelto a la rutina es un buen momento para terminar esta entrada.
Lleva en la cola desde mediados de julio, pero entre unas cosas y otras no he podido rematarla.

Mi vuelta al mundo real tras pasar por Cádiz de vacaciones ha hecho que tenga ganas de más.
Playa de El Palmar en Conil

Tengo ganas de más porque la semana escasa que he estado en Chiclana deja muchos hilos por rematar. Por una parte he conseguido (SI!) probar los molletes, unos panecillos de pan esponjosos, ideales con tomate restregao' y jamón serrano. Por otra, una de las grandes recomendaciones que me hizo mi compi de curro Rafa, de Algeciras, se queda para la próxima vez que vaya: las ortiguillas, una especie de anémona urticante rebozada y frita al gusto de la tierra.

Ahora, me llevo el sol pero bien, creo que no me he puesto tan morena en mucho tiempo; pero es lo que tiene el turismo de playita y chiringuito, no?

Asier tuvo la culpa al querer celebrar su 30 cumpleaños entre todos los del grupo pasando una semana en una casita, y el destino nos llevó a Cádiz, cerquita de la playa de La Barrosa. 

Antes de empezar a contarte cómo fue todo, advierto que las fotografías tienen calidad de móvil... sí, me llevé la cámara de fotos, pero me dio miedo sacarla entre tanta agua y arena. 


Explorando los alrededores

Empecé mi inmersión cultural visitando Vejer de la Frontera, un pueblo blanco precioso, de esos que parecen sacados de una postal.
El calorcito apretaba de lo lindo, así que tras la vuelta de rigor, nos tomamos la primera en la Plaza de España del pueblo.


Fue la suerte o la pereza lo que nos empujó a terminar comiendo en esa terraza, pero no nos salió mal la jugada.

La carta ofrecía productos de la tierra desde una perspectiva más moderna, aunque no llegaba a caer en el snobismo. La calidad de las materias primas era excelente, y es que da gusto comer pescado cuando estás tan cerca del mar.




Si vas a Cádiz y no tomas atún rojo, es desperdiciar una ocasión de probar uno de los pescados más apreciados que hay. Prueba de ello fue que el 90% de la mesa lo tomó en diferentes preparaciones: tataki, tartar o solomillo a la plancha; este último algo decepcionante para los que lo pidieron, ya que en vez de poner el taco en la placa lo filetearon previamente. Bien es cierto que la carne quedó muy jugosa, pero ese puntito crudo se perdió.
De todos modos, tampoco conviene abusar mucho de este pez, ya que al ser uno de los predadores mayores del océano acumula en su carne más cantidad de metales pesados que otras especies menores, como la dorada o la caballa, y que también son excelentes en Cádiz.

Solomillo de atún a la plancha
Tartar de atún con salsa de algas
Tataki de atún con mayonesa a la mostaza
Como contrapunto, observar que en la carta ofrecían carne Wagyu con la palabra "Kobe" entre paréntesis. Señor, escriba cien veces en la pizarra "Kobe es Wagyu, pero Wagyu no es Kobe". Y aún así no me voy a quedar contenta, ya que según los mismos japoneses esta carne todavía no se exporta a Europa... pero prefiero no meterme en ese jardín, porque la polémica está servida, sobre todo con los precios que piden por esta carne. No sé quién engaña a quién, pero con la desinformación que hay, me creo que los primeros afectados son los del gremio de la restauración, y los clientes de rebote.


Volviendo al triperismo del lugar, también hubo espacio para la carne, aunque breve. Tras unas croquetas variadas, los nenes tomaron secreto ibérico con chutney de mango que estaba para chuparse los dedos; se deshacía de una forma...

...Y mientras tanto, su madre (campeona) se entretuvo con este calamar a la plancha tan hermosote, también estaba de vicio.


Para los postres todavía nos quedaba un hueco, que fue saciado rápidamente con helado de membrillo. Increíble, fue el que me dio la idea para hacer el helado de queso manchego con membrillo que ya habéis visto. Muy suave y refrescante, pero con la contundencia del membrillo.


También hubo hueco para dos tartas: una de chocolate, bastante normalita pero muy bien hecha, y otra de piñones, una auténtica pasada.

Yo me pedí un arroz con leche casero que, aunque estaba muy bueno, distaba mucho de los postres que has visto.




Cádiz y mercado de abastos


Cádiz es una ciudad con vistas al Océano Atlántico, pero también con guiños al Mar Mediterráneo, y eso se nota en las lonjas.



La variedad de pescado y marisco no sólo destaca por sí misma, sino también por la calidad de sus especímenes. Algunos pescados sólo los encontrarás aquí, como las acedías, de las que se dice que su nombre viene porque "hace días que se pescaron". Se conocen también como lenguadillos, y como podrás imaginar son pescados planos relativamente pequeños si los comparas con el resto de sus primos; la costumbre es de comerlos fritos con esa manera tan particular que tienen de rebozar el pescado en Andalucía, esa harina recia que tan bien apaña una receta de molletes.

El precio dependerá siempre de la calidad, de si el género es fresco o congelado y por supuesto, de la demanda y la frescura. Puedes encontrar un atún rojo fresco a un precio insultante que puede quedarte más asequible si en el mismo día le suministran otro al pescadero, por lo que conviene darse una vuelta por el mercado de abastos (o dos, o tres) hasta picar en una oferta que te convenza.

Welcome to the jungle
Al entrar en el mercado de abastos de Cádiz te encuentras con un espectáculo para la vista: atún, carabineros, gambas, huevas, cazón y tintarroja, chocos y calamares, toda clase de bivalvos, langostinos autóctonos,...

Es posible que la visión de moscas, sobre todo en verano, te eche un pelín para atrás; también es verdad que hay puestos mejor preparados que otros e incluso pescaderos que se lo toman con guasa vendiendo "moscas de ración a euro el kilo" xD

Pídeles lo que necesitas, déjate aconsejar, y no saldrás mal parado.
Pisha, llévame a tu casa y nos tomamos un rebujito







También te puedes encontrar en las inmediaciones del mercado particulares vendiendo la pesca del día, incluso bares que se alían con ellos para asegurar consumiciones usando sus productos como reclamo, como aquí el jefe que nos colocó ostiones para con el fino. Claro, que nosotros tampoco nos estuvimos quietos, una ración de mojama de atún (in-cre-í-ble) y otra de morcón ibérico empujaron la bebida tan ricamente.




Cuando vayas a comer, piérdete por la calle de la Virgen de la Palma, ya que con su infinidad de bares y terrazas estarás seguro que aciertas. Esta calle del barrio de la Viña está coronada por la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, a la que se atribuye el milagro de detener las aguas en un maremoto producido en el siglo XVIII en la ciudad.
Además, desemboca directamente en la playa de La Caleta, así que es un destino ideal para comer tras un día de playa, o tomarte un aperitivo junto con las famosas aceitunas machacadas:


Amén de otros platos típicos de la zona, como las papas aliñás, una ensalada de patatas con ajo, perejil, cebolleta y atún.

Tampoco podía faltar un salmorejo fresquito, aunque este estaba un poco entrado en ajo.


Y un guisote de aprovechamiento, el menudo de chocos con garbanzos y jamón serrano. A los amantes del mar y montaña es un plato que recomiendo (sí, en julio y comiendo guiso de garbanzos en Cádiz, con dos narices).
Es un plato típico de la zona que desde luego no deja a nadie indiferente.


Y no podía faltar una buena fritura de pescado, con sus tortillitas de camarones, sus acedías (a la izquierda), su cazón (abajo), sus boquerones (los mejores que he comido jamás) y su pota.



En casa también hemos tenido lo nuestro

La casa nos salió barata, la verdad, y eso al final se notó en dos cosas: que no era todo tan estupendo como parecía en las fotos y que el presupuesto para la comida aumentó.

Así pasaba, que entre barbacoas de carne y de pescado lo que me extraña es cómo no nos hundíamos en la piscina...

Tenía de enorme suerte de contar con cocinillas y triperos a partes iguales, por lo que no podíamos salir mal parados en este aspecto.
Así, se sucedieron una serie de arroces, barbacoas de carne y pescado, ensaladas pintonas y tintos de verano con un chispazo de vermut que nos obligaron más de una vez a cumplir con las dos horas de rigor previas al baño, más que nada porque la siesta era inevitable.

Atún rojo para la cena

Txuleta pa' un lado...

Txuleta pa' el otro lado

No hay plato para este filetazo

Cumpleañero abriendo un vino tremendo y carnívoro en acción



En definitiva, fue un viaje que quiero hacer con más calma, para conocer las bodegas González Byass, probar las croquetas de choco (negras por la tinta), hacer más turismo de pata y de patata y por supuesto, descansar en sus playas que, para una persona acostumbrada al Cantábrico, fueron de lo más acogedoras.

Cala de Roche, playita salvaje
Por cierto, sí que hay una cosa que no me terminó de convencer de Cádiz. Con lo buena que está la Mahou... ¿por qué Cruzcampo?

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