O cómo sobrevivir a la Semana Grande de San Sebastián cuando el primer día tienes gastritis. En serio, parecía uno de esos castigos de los Titanes, con tanta comida delante que no podía comer. Y es que esto pasa cuando en un fin de semana tienes una despedida de soltera y una barbacoa en plan destroyer, por suerte mejoré a tiempo; si no, esta entrada sería muuuuuy aburrida.
A ver, ¿cómo te planteas un viaje a San Sebastián? Porque si algo tiene el País Vasco es la variedad de planes: playa y su correspondiente postureo...
... montear en el Jaizkibel y disfrutar de las vistas, la compañía de caballos pottoka (unos ponis semimansos usados para tiro y como fuente de proteínas)...
... y PINTXOS
Nosotros nos planteamos la ruta de los pintxos siempre de noche, previo a los fuegos artificiales, cuando más ambiente hay. Jose y Loli, los padres de Asier, nos explicaron que con tanto turismo en muchos bares se ha perdido la esencia de servirte lo que quieras y sincerarte después con el camarero; además ahora es más complicado que antes controlar qué se lleva la clientela, por lo que en muchos sitios te encontrabas una suerte de buffet previo a un paso por caja.
No quiero decirte en qué sitios sirven los mejores pintxos; es mejor que vayas donde te llamen más la atención, que cojas un par y que cambies de sitio. Con suerte, no repites marca de sidra como nos pasó a nosotros ;). Cada sitio tiene su pintxo típico, si detectas cuál es puedes ir de bar en bar, de delicatessen en delicatessen. Por supuesto, no te olvides de productos locales como las piparras o el txangurro.
Hay sitios auténticos, con carteles de corridas taurinas y una cocinera entrañable rellenando los platos constantemente, como la Casa Alcalde (increíble la bola de carne o la tortilla de verduras) o el Tamboril (su especialidad son los champiñones, aunque no me triunfaron especialmente; la gamba en gabardina sí que tenía buena pinta); y no te olvides de La Espiga, donde también puedes ir a megabocadillos o recorrer la barra, con parada obligada en los pimientos rellenos de carne y rebozados. Créeme, los rebozados son superligeros y no cogen nada de aceite.
La calle Fermín Calbetón es un buen punto de partida si no sabes dónde empezar, y si puedes termina en la Plaza de la Constitución, que antiguamente fue usada como plaza de toros (si te fijas bien, los balcones están numerados). En serio, piérdete, pero no olvides que si vas en la Semana Grande los fuegos artificiales empiezan a las 22:45, una hora un poco particular que acorta la ruta más de lo previsto si vas muy emocionado.
Plantéate que de media cuestan 1,50 - 2 € por unidad, y como madrileña acostumbrada a tapa gratis al principio extraña, pero también te hace ser más selectivo con lo que comes. Ojo que en Madrid nos ponen buenas tapas, pero si sabes dónde las ponen buenas, y nos comemos lo primero que nos plantan en la barra; también está la teoría de que todos esos pintxos que nadie se cuenta, de algún modo se los cobran por adelantado. El precio está unificado, cosa que no permite una gran competencia entre los bares, y siempre están llenos. Ya que no vas a encontrar gran diferencia en el precio, por lo menos disfruta eligiendo!
La tradición exige que después de cenar vayas al paseo marítimo a ver el concurso de fuegos artificiales, donde este año compitieron alemanes, zaragozanos, valencianos (con la experiencia que tienen en sus propias fiestas, luego van a la Semana Grande y lo petan literalmente) con una exhibición cada noche. El ganador se nombra por aclamación popular; la primera noche flipé cuando la gente de mi alrededor hablaba de la cadencia de los fuegos, la calidad de la traca o los colores, pero ya después de un par de noches sabes ver cuál ha sido mejor.
Y la tradición termina con un helado, cosa que no es difícil en Donostia por la cantidad de heladerías que hay. Nosotros sólo probamos una, ya que con la variedad que tenían era complicado acabarse la carta; además de ser de las más baratas: por dos euros te llevas una tarrina de tamaño considerable. A destacar el helado de trufa negra y de plátano, que Alberto cubrió con chocolate negro haciéndolo aún más tremendo. Conviene que te estudies la lista de sabores, ya que siempre está hasta arriba y cuando llegas al cristal apenas te da tiempo a echar un vistazo; y aviso a celíacos que también disponen de helados sin gluten.
El último día completo que pasamos allí nos acercamos a Hondarribia, un pueblo pesquero precioso muy cerca de Hendaya, donde nos estuvimos bañando. Ale, ya puedo decir que he estado en Francia! De camino nos encontramos con el restaurante de Arzak, así, como si cualquier cosa. Está claro que el amor por la gastronomía no tiene por qué estar unido al snobismo ni a rollos exclusivos, y el País Vasco es gastronomía por los cuatro costados.
En Hondarribia daba gusto pasear, el clima costero suavizaba unas temperaturas que no suelen ser costumbre por la zona, y las sombras de los árboles y balcones de madera labrada y pintada también ayudaban a cambiar el chip. En el puerto, la gente echaba las cañas, donde alguna mojarra terminaba picando.
Esta vez comimos en el restaurante Goxodenda, al final de la calle de San Pedro. Por 17€ (vino, agua, pan y postre incluidos) pudimos degustar la versión más innovadora de la cocina vasca. Como entrante, yo opté por un carpaccio de buey con mostaza y virutas de Idiazábal, muy bien aliñado.
Tampoco se quedaron atrás los que pidieron arroz caldoso de cordero y berenjena, estaba en su punto y muy sabroso, sin resultar pesado. El alioli verde que lo acompañaba no me terminó de convencer, pero la verdad es que era muy suave y le iba genial.
En mi caso, el plato principal consistió en unos chipirones a la plancha con pimientos de Gernika, y dos salsas de ajo y pimientos choriceros. Jugosos, cargados de sabor, tremendos.
Claro, que el que pidió el taco de bacalao confitado tampoco se equivocó. Parece un plato muy simple, pero la cama era una salsa de espárragos y guisantes muy suculenta.
Y qué decir de las carrilleras ibéricas con salsa de vainilla y Oporto. Se deshacían en la boca de puro tiernas, y el melocotón hacía un contraste fantástico con la carne.
Ante tanto nivel, la verdad que los postres me parecieron muy sencillos, sin que por eso fueran malos; pero me daba la sensación de que en el restaurante están más especializados en los platos principales.
Al fondo, un frappé de frutas naturales al cava, en primer plano, una mousse de chocolate blanco con toffee y zumo de maracuyá. Para mi gusto el ácido del maracuyá terminaba eclipsando el sabor delicado de la mousse, además a mí los postres presentados en este tipo de copas no me convencen por lo complicado de rebañar que son!
Mi postre, sopa de yogur y vainilla con frutos rojos, resultó muy ligera y refrescante, pero como que le faltaba vidilla... El volován de crema y frutas con salsa de cítricos no tuve oportunidad de catarlo ni fotografiarlo, pero parecía la mejor de las apuestas. Y eso que yo no soy muy fan de los volovanes...
... subir al monte Igueldo en el funicular de madera, alucinar con la panorámica de San Sebastián y sus playas, flipar con un parque de atracciones que este año se hizo centenario...
Nosotros nos planteamos la ruta de los pintxos siempre de noche, previo a los fuegos artificiales, cuando más ambiente hay. Jose y Loli, los padres de Asier, nos explicaron que con tanto turismo en muchos bares se ha perdido la esencia de servirte lo que quieras y sincerarte después con el camarero; además ahora es más complicado que antes controlar qué se lleva la clientela, por lo que en muchos sitios te encontrabas una suerte de buffet previo a un paso por caja.
No quiero decirte en qué sitios sirven los mejores pintxos; es mejor que vayas donde te llamen más la atención, que cojas un par y que cambies de sitio. Con suerte, no repites marca de sidra como nos pasó a nosotros ;). Cada sitio tiene su pintxo típico, si detectas cuál es puedes ir de bar en bar, de delicatessen en delicatessen. Por supuesto, no te olvides de productos locales como las piparras o el txangurro.
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Txangurro wins |
La calle Fermín Calbetón es un buen punto de partida si no sabes dónde empezar, y si puedes termina en la Plaza de la Constitución, que antiguamente fue usada como plaza de toros (si te fijas bien, los balcones están numerados). En serio, piérdete, pero no olvides que si vas en la Semana Grande los fuegos artificiales empiezan a las 22:45, una hora un poco particular que acorta la ruta más de lo previsto si vas muy emocionado.
Plantéate que de media cuestan 1,50 - 2 € por unidad, y como madrileña acostumbrada a tapa gratis al principio extraña, pero también te hace ser más selectivo con lo que comes. Ojo que en Madrid nos ponen buenas tapas, pero si sabes dónde las ponen buenas, y nos comemos lo primero que nos plantan en la barra; también está la teoría de que todos esos pintxos que nadie se cuenta, de algún modo se los cobran por adelantado. El precio está unificado, cosa que no permite una gran competencia entre los bares, y siempre están llenos. Ya que no vas a encontrar gran diferencia en el precio, por lo menos disfruta eligiendo!
La tradición exige que después de cenar vayas al paseo marítimo a ver el concurso de fuegos artificiales, donde este año compitieron alemanes, zaragozanos, valencianos (con la experiencia que tienen en sus propias fiestas, luego van a la Semana Grande y lo petan literalmente) con una exhibición cada noche. El ganador se nombra por aclamación popular; la primera noche flipé cuando la gente de mi alrededor hablaba de la cadencia de los fuegos, la calidad de la traca o los colores, pero ya después de un par de noches sabes ver cuál ha sido mejor.
El último día completo que pasamos allí nos acercamos a Hondarribia, un pueblo pesquero precioso muy cerca de Hendaya, donde nos estuvimos bañando. Ale, ya puedo decir que he estado en Francia! De camino nos encontramos con el restaurante de Arzak, así, como si cualquier cosa. Está claro que el amor por la gastronomía no tiene por qué estar unido al snobismo ni a rollos exclusivos, y el País Vasco es gastronomía por los cuatro costados.
En Hondarribia daba gusto pasear, el clima costero suavizaba unas temperaturas que no suelen ser costumbre por la zona, y las sombras de los árboles y balcones de madera labrada y pintada también ayudaban a cambiar el chip. En el puerto, la gente echaba las cañas, donde alguna mojarra terminaba picando.
Esta vez comimos en el restaurante Goxodenda, al final de la calle de San Pedro. Por 17€ (vino, agua, pan y postre incluidos) pudimos degustar la versión más innovadora de la cocina vasca. Como entrante, yo opté por un carpaccio de buey con mostaza y virutas de Idiazábal, muy bien aliñado.
Tampoco se quedaron atrás los que pidieron arroz caldoso de cordero y berenjena, estaba en su punto y muy sabroso, sin resultar pesado. El alioli verde que lo acompañaba no me terminó de convencer, pero la verdad es que era muy suave y le iba genial.
En mi caso, el plato principal consistió en unos chipirones a la plancha con pimientos de Gernika, y dos salsas de ajo y pimientos choriceros. Jugosos, cargados de sabor, tremendos.
Claro, que el que pidió el taco de bacalao confitado tampoco se equivocó. Parece un plato muy simple, pero la cama era una salsa de espárragos y guisantes muy suculenta.
Y qué decir de las carrilleras ibéricas con salsa de vainilla y Oporto. Se deshacían en la boca de puro tiernas, y el melocotón hacía un contraste fantástico con la carne.
Ante tanto nivel, la verdad que los postres me parecieron muy sencillos, sin que por eso fueran malos; pero me daba la sensación de que en el restaurante están más especializados en los platos principales.
Al fondo, un frappé de frutas naturales al cava, en primer plano, una mousse de chocolate blanco con toffee y zumo de maracuyá. Para mi gusto el ácido del maracuyá terminaba eclipsando el sabor delicado de la mousse, además a mí los postres presentados en este tipo de copas no me convencen por lo complicado de rebañar que son!
Mi postre, sopa de yogur y vainilla con frutos rojos, resultó muy ligera y refrescante, pero como que le faltaba vidilla... El volován de crema y frutas con salsa de cítricos no tuve oportunidad de catarlo ni fotografiarlo, pero parecía la mejor de las apuestas. Y eso que yo no soy muy fan de los volovanes...
Me quedan muchas cosas por probar en San Sebastián, y no digamos en el País Vasco!
Tengo pendiente volver, me han hablado de un restaurante de fusión vasco-japonesa muy bueno, y nos quedamos con las ganas de un menú de sidrería con su txuleta de rigor. Todavía tengo cuentas pendientes con la gastronomía tradicional vasca.
Además, me he ido con la sensación de no haber probado los suficientes pintxos, y eso es una espina muy gorda.
Ah, y que no se me olvide! Muchas gracias a Alberto y Asier por hacer de guías, y a Loli y Jose por su hospitalidad, su compañía y también por enseñarnos los mejores sitios. Ha sido toda una experiencia gastronómica que no quiero tardar en repetir ^^
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