martes, 23 de abril de 2013

Pechuga de pollo acorazada

Ayer era lunes y estaba muy contenta, cosa de los biorritmos.

Estaba volviendo del curro a las siete de la mañana (sí) y me lié a cocinar mentalmente la pechuga de pollo  que descongelé el domingo pero no me pude cenar porque estaba revueltilla. O calvo, o con dos pelucas, porque me he liado con las especias y eso no es lo mejor para revoltijos, pero si hay algo que me revienta es no poder comer bien; me pone de mala leche y casi prefiero un dolor de cabeza o de articulaciones en plan "María, hace diez años que no montabas en bici, qué esperas". Así que mis tratamientos gastronómicos son de choque, si sobrevivo es que ya estoy bien; mi estómago es espartano y no le gustan los tratos delicados.

Si hay algo que me gusta del pollo es que se puede preparar de tantas formas como se te ocurra, el único problema es que la pechuga es bastante seca y si no tienes cuidado, puedes estar comiendo filete de esparto. Hay muchas maneras de evitar eso: marinados, acompañamientos con salsas, evitar las cocciones lentas y prolongadas... esto último, si optas por hacerlas al horno, es más complicado de esquivar. A menos que le busques una buena salsa o algo que impida tanta pérdida de agua.

Hace mogollón probé una receta de un libro monográfico de especias que me gustó muchísimo; ahora bien, la pechuga de pollo se quedaba tiesa, no, lo siguiente. El pollo iba especiado al estilo cajún, no apto para todos los paladares ya que es muy recargado; y el acompañamiento típico de esta gastronomía suele ser el arroz, también sabrosete. A mis padres no les convenció demasiado porque como ya te digo, está hasta las cejas de especias; son de estas cosas que o te encantan o te echan atrás.

Creo que era este libro. Gracias, Google pics!

Lo he querido reproducir a mi estilo, no le he puesto tanta variedad de especias como recuerdo que llevaba y aún así la persistencia de los condimentos es fuerte. En la receta original la pechuga se salpimentaba y se rebozaba en la mezcla de especias, así que es normal que tras hornearse la sensación en la boca sea seca y terrosa; sin embargo, al mezclarlas con mantequilla y harina de almendra se hace una pasta con la que recubrir la pechuga y que impide que se escape el agua durante el horneado. Además, al incorporarle ese poco de grasa también contribuyes a su jugosidad.

Al principio pensé en hacerlo con pan rallado (prueba, si te hace), pero me daba la sensación que iba a quedar muy pesadote, y eso que la almendra es una bomba calórica encubierta. Si no te hace mucha gracia la mantequilla puedes sustituirla por aceite, aunque yo pondría menos cantidad para que la pasta quede más recia.

Para dos personas, esto es lo que necesitas:
- Una pechuga de pollo deshuesada y limpia, sin filetear.
- 20 g de mantequilla sin sal, a temperatura ambiente.
- 3 cucharadas de almendra molida.
- 1 cucharada de pimentón dulce (o una y media si no tienes...
- ... 1 cucharadita de pimentón ahumado)
- Media cucharadita de comino en polvo.
- Sal y pimienta negra.

Frota la pechuga con sal y pimienta negra molida y colócala en una fuente apta para el horno.
En un bol, mezcla las especias con la mantequilla; si no te apañas con un tenedor puedes hacerlo con las manos (¡es mucho mejor!). Tiene que quedarte una pasta consistente, como si fuera plastilina.
Con esa pasta, recubre bien la pechuga por la parte que no esté apoyada en la fuente donde vayas a hornearla. Bien tapadita, que no se vea nada de carne y repartiendo por igual. Si quieres, para sellarlo bien, puedes espolvorear almendra molida por encima y presionar ligeramente. Y a la nevera, como una hora: la mantequilla se endurece y se formará una coraza, mientras que la carne empieza a coger sabor de las especias.

Hornea a 180ºC como 40-45 minutos, dependiendo de lo gruesa que sea la pechuga. ¡Procura que no se tueste demasiado la coraza, que el pimentón quemado sabe horrible!


Mientras el horno trabaja, puedes ir haciendo el acompañamiento, un arroz aromatizado con cilantro y limón.
El cilantro es una hierba prima hermana del perejil, con cierto aroma cítrico. Te la encuentras en el mojo canario y en el guacamole, salsas frescas que además no tienen tratamiento térmico, cosa que mata su sabor.
Cuidado con ella, es fácil que al pasarse consigas un logradísimo sabor a jabón.

Aquí he tenido más mesura a la hora de condimentar, para que el arroz haga de contrapunto al pollo; el cilantro, poco y cocinado, sólo te va a dar el recuerdo y no va a ser el protagonista.

Aquí tienes lo que necesitas para dos personas:
- 100 g de arroz redondo.
- 2 tazas y media de agua caliente.
- Media cebolla picada.
- Una cucharada de aceite de oliva suave.
- Un diente de ajo, pequeñito.
- 3-4 ramitas de cilantro. Lo intenté pesar pero era tan poco que mi báscula apenas se movía, jejeje.
- Sal gorda y un chorrito de aceite para el mortero.
- Una cucharada de zumo de limón.

Sofríe en una cacerola la cebolla con la cucharada de aceite, y mientras se hace a fuego lento, machaca en el mortero el cilantro con el ajo y el zumo de limón. Para hacer una pasta y que no salte, puedes ponerle un poco de sal gorda y unas lágrimas de aceite.

Cuando la cebolla esté transparente, incorpora el arroz y la pasta de cilantro, dándole unos meneos para que se impregnen bien los sabores. Ahora añade el agua caliente para hervir el arroz a fuego lento, como unos 20 minutos; el arroz tiene que estar melosete de haberse bebido todo el agua, pero que no sea una plasta. Corrige de sal y sirve en el plato.

Haz filetes con el pollo de un dedo de grosor, con cuidado de no resquebrajar la costra de especias, coloca encima del arroz y si quieres, ponle una hoja de cilantro. Se ve bonita y también se come.



2 comentarios :

  1. Me la apunto, que buena pinta! xD a mi todo lo que sea especias me pirra locamente!

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  2. Entonces eres de las mías: especias hasta en el té. He comprado cardamomo hace nada, veremos en qué desemboca el asunto!

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